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NUESTRA HISTORIA

          Enclavado en unos de los sectores más tradicionales de la ciudad y sin perder nunca su esencia de club de barrio, Rivadavia sigue cumpliendo con la condición ecuménica de su fundación: “contener chicos”, encontrando tiempo y espacio para su educación, sin mezquinar esfuerzo y dedicación exclusiva.

         El tiempo seguirá transcurriendo y seguramente los que vengan mantendrán enarboladas las banderas de siempre. Simplemente, porque los hombres pasan y las instituciones quedan, la distinción se produce cuando el transcurrir del tiempo no cambia la manera de ser.

       Muchos han desfilado por esta institución en carácter de deportistas y dirigentes y todos comulgaron la misma esencia. Afortunadamente Rivadavia siguió siendo el mismo y con la simple premisa de seguir educando cómo nos enseñaron los antecesores, el futuro está asegurado.

     Nuestro origen humilde enaltece nuestra grandeza, quién en Rivadavia no cosechó un amigo, raras excepciones no son reconocidas por su hombría de bien y pocos como nosotros saben de cultivar el espíritu y ponerlo al servicio del equipo. Estas cosas nos distinguen y el tiempo nos enseñó de su trascendencia para vivir.

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EXEQUIEL CERATI

Fundador, jugador, entrenador, dirigente y ejemplo, qué más se puede pedir para destacar a una persona.

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Durante más de 50 años, Exequiel estuvo al servicio de la institución de la que formó parte desde el principio, las ideas de su fundación y muchas de las decisiones importantes que se tomaron pasaron permanentemente por su sastrería.

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Dueño de una austeridad poco común, siempre volcando sus horas extra enteramente al club en lugar de utilizar las en cuestiones personales. 

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Al margen de producir jugadores de básquet la intención principal de Ezequiel, pasó, por formar personas de bien.

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EL PRINCIPIO

POR TITO L. ROCCHETTI

      Mucho tiempo de los años de mi juventud se los dedique a nuestro Rivadavia Juniors, como basquetbolista y como dirigente (cinco veces presidente). Ingresé al club junto con Enzo Regali siendo adolescente y ese entonces el club tenía cancha de básquet de polvo de ladrillo, construida en un baldío en belgrano casi la Rioja que tenía un inmenso ombú al fondo, una baranda de madera pintada de blanco y una construcción de un ambiente qué servía de vestuario y baño con un calefón a gasoil. Eso era todo con lo que contábamos en una zona descampada cercana al puerto, donde el viento y el frío se hacía sentir con fuerza. Participabamos en cadetes mayores, novicios, cuarta y segunda, como pocos jugadores que debían actuar en varias categorías. Lo demás funcionaba en la Sastrería Cerati, ubicada en Rivadavia casi Vera, donde Ezequiel Cerati fue largo tiempo eje y referente de todo. Más tarde ascendimos a primera división y al comienzo nos daban palizas pero luego nos hicimos respetar y jugábamos con los otros de igual a igual. Para citar sólo algunos nombres al azar era la época de Ezequiel y Dante Cerati, Roberto Jaume, Raúl y Ricardo Rossetti, Serafín Bello, Tito L.Roccheti, Enzo Regali, Rodolfo Digier y Goldi Martinez, entre otros.

RIVADAVIA JRS - UNIÓN Y PROGRESO

          Un día nos pidieron el terreno y debimos emigrar. Por ese entonces la vecinal Unión y Progreso de María selva que presidía don Ángel Cassanello, tenía cancha de básquetbol pero por cuestiones internas carecía de jugadores, así como nos pusimos en contacto y nos fusionamos: ellos pusieron la cancha e instalaciones y nosotros los jugadores y pasamos a ser: “Rivadavia Juniors-Unión y Progreso”. La cosa no era nada fácil porque los que habían sido desplazados nos hostigaban de diversas formas, sobre todo que las jovencitas del lugar nos habían recibido muy bien y con ellas animabamos los bailecitos de los domingos con grabaciones. Pero esa era una situación que no podía prolongarse así que seguimos movilizando nos para hallar una solución definitiva para no “vivir de prestado”. 

NUEVA SEDE EN CALLE SAN LORENZO

          En esa búsqueda de otros horizontes salió la posibilidad de adquirir un amplio terreno en calle San Lorenzo al 3200 cuyo precio era accesible porque tenía una gran cava. Lo compramos y comenzamos a rellenar trabajosa y pacientemente con diferentes materiales hasta que una vez nivelado con el aporte de mi hermano Mario que era técnico constructor hicimos la cancha de básquet, el salón grande que está junto a ella, una habitación para el buffet y un vestuario y baño al que pusimos el viejo calefón de gasoil. El piso era de losas de hormigón armado y después se le puso mosaicos. Volvimos a ser Rivadavia Juniors a secas y merece mencionarse que ella además deporte hacíamos bailecitos con grabaciones, a veces algunos espectáculos, cena de camaradería, y sobre todo una gran actividad con los niños. Recibíamos tantos como si fuéramos una gran guardería infantil al brindarles especial atención, porque aprendían a jugar, disciplina y a comportarse en sociedad. respetando y valorando la amistad. Además fuimos los primeros que realizamos “fútbol infantil” con gran suceso y mucho público, sobretodo padres y otros familiares. Otra cosa fueron “las pesas”, actividad que adquirió relieve y contó con muchos cultores, entre ellos, “Chiche Agundez”, "Mario Cena", "Oscar Donayo" y otros cuyos nombres se me escapan que lograron títulos nacionales y a nivel sudamericano. Se fue produciendo la renovación natural de nuestros jugadores y fueron apareciendo otros con “Beto Cerati”, “Babi Bolzico”, “Piojo y Roberto Tognotti”, “Carlos Fantini”, “Cachito Gonzales”, “Juan C. Mercier”, “Borlle”, “Mafia Ramirez”, y muchos otros que escapan a mi memoria pero aportaron mucho para el lucimiento del Club.

EL PISO DEPORTIVO

POR NORBERTO CIORCIARI

          Es probable que las obras de gran magnitud que se proyectan en el club, presente en cuestiones de difícil resolución, es natural que así sea. Debo confesar que a pesar de la dimensión de ésta, siempre tuve la sensación de que fue mucho más simple y menos traumática que, por ejemplo, la de colocar el techo, realizar las reformas para los juegos Cruz del Sur o comprar la casa de Av. Freyre. Sin entrar en comparación, la facilidad de resolución estuvo centrada en la respuesta inmediata de todos los convocados, sean dirigentes, ex dirigentes, allegados, ex jugadores, etc. 

          Se realizaron reuniones con los nombrados y en las mismas se repartieron “350 de los 500 metros” a vender. 

          De las obras complementarias y el resto de los metros se ocupó la comisión directiva del momento, presidida por Carlos González y secundada por Óscar Donayo y Raúl Solberg, ésto permitió que en un año se cancelara toda la deuda. 

            No puedo olvidar la parte anecdótica de la concreción. No es un patio común el colocado, si bien todos los paneles que se compraron componen los laterales y dónde están marcadas las zonas debieron ser nuevos. El resto, algo así como el 45%, corresponde al primer piso colocado en el gimnasio Héctor Echardt, del Club Ferrocarril Oeste. La relación que existía en ese momento con la institución de Capital Federal por el pase de Diego Ciorciari permitió el logro.

          Sacar el piso, que se encontraba debajo de una tribuna del mencionado gimnasio, conseguir los obreros para que lo hicieran y aceptaran lo que podíamos pagarles, cortar la Av. Avellaneda con un camión para su carga a la hora del traslado, fue una tarea que llevó un día de trabajo. Nada, comparado con lo obtenido. 

          Poner el piso era un anhelo y una necesidad, parecía utópico poder lograrlo, como tantas cosas, lo hicimos por el simple hecho de agruparnos, algo que debemos realizar más seguido. La euforia, la alegría que produjo el acontecimiento en el regimiento de chicos autoconvocados para bajar las maderas del camión, es sólo comparable a la obtención de un campeonato.

BAUL DE LOS RECUERDOS

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